Los genios pretéritos han establecido que algunos hechos históricos parecen repetirse si se desconoce el pasado; en el transcurso de nuestras vidas a veces cuando somos testigos de algún evento sorprendente, lo miramos asombrados y lo hacemos porque ignoramos la historia; ese planteamiento parece simple, pero lo cierto es, que en el fondo encierra una cátedra suprema de sabiduría.
Por ejemplo tuvimos el caso de dos mujeres poderosas en la historia de la isla de Santo Domingo, en las que coinciden los nombres de María y Marie (uno en español y otro en francés) en períodos distintos y que guardan espectacular paralelismo en la culminación de sus vidas, aún cuando ambas vivieron apartadas por una distancia de 200 años en el tiempo; en su caso los inevitables dictados de la historia produjeron el espejismo de la repetición.
La referencia es válida para refrescar el recuerdo de dos mujeres, una que en vida se llamo María Martínez, quien fue esposa y posterior viuda del generalísimo Rafael L. Trujillo, dictador dominicano entre 1930 y 1961 y la otra Madamme Marie Louise, la esposa del legendario gobernante haitiano Henri Christopher, titán antiesclavista, prócer de la emancipacion que condujo a la independencia de la primera República organizada por ciudadanos de origen africano y luego dictador que inventó un imperio tan diminuto que da la impresión que padecía de algún tipo de locura o desequilibrio mental. Ciertamente las dos Marías fueron mujeres muy encumbradas en sus respectivas épocas en la pequeña isla del Caribe, la historia de sus vidas podían servir como argumento de una novela de televisón, las dos se convirtieron en mujeres muy ricas al heredar las fortunas que sus maridos arrancaron a sus pueblos y en cada caso, luego de llevar vidas suntuosas bajo el calor del Caribe, fueron a parar al congelante frio de Europa, donde sus días y sus noches transcurrían bajo una soledad espantosa.
Los biógrafos de María Martínez viuda de Trujillo aseguran que durante la juventud fue una mujer bellísima, las fotografías e imagenes que de ella se conservan parecen desmentir esa afirmación, porque la muestran en sobre peso, con una pronunciada papada y pocos encantos femeninos; En cambio sobre Madamme Marie Luoise, la viuda del Chistophe de Haití, los testimonios sobre esta histórica mujer haitiana no hacen referencias a la belleza física ni el atractivo personal, pero si resaltan que sentía pasión por las pompas sociales, hablan sobre los finos modales que se conducía en la sociedad, destacan sus encantos maternos y resaltan la fidelidad marital con la que llevo su vida.
Lo cierto es que tanto María Martínez la viuda de Trujillo, como Marie Luoise, la primera dama del imperio en Haití, las dos, después de disfrutar sus mejores días sobre alfombras en suntuosos palacios tropicales, coincidieron en la tragedia de ver sus maridos atravesados por una lluvia de balas, zambullidos en un charco de propia sangre y a partir del horror de la muerte de sus compañeros pasaron del lujo excesivo y la servidumbre desmedida, a la riqueza material sazonada por la soledad extrema, prisioneras de un apartamento en Europa. Ambas con dinero de sobra, se sumieron en el aburrimiento que produce el olvido, ignoradas, incluso por los que antes le sonreían aunque fuera sin motivos o les servían obligados o movidos por el sentimiento de la adulación.
Es esta una lección elocuente de lo que es la historia sobre las etapas humanas, ella nos muestra como los personajes que dan sus pasos por la escalera social sustentada en la política autoritaria, y que se llegan a creer dueños de todo, de momento, como cuando llega el huracán y la estructura se desploma, se ven rodeados por la nada, que es peor castigo y el mayor tormento; los hechos históricos se producen, se suceden, se repiten y nos sorprenden por ignorancia, a veces por desconocer que el pasado da vueltas, muchas vueltas.
El autor es historiador.