Por José C. Novas.
Este evento histórico ocurrió durante la mañana del día 24 de Junio de 1960, cuando el presidente de Venezuela Rómulo Betancourt se dirigía en automóvil hacia el palacio de Miraflores, sede del gobierno y la caravana presidencial fueron objeto de un atentado que estuvo a punto de cobrar la vida del gobernante y en el cual murió el principal jefe militar de su escolta.
Dicha trama fue atribuida al espionaje y los tentáculos de los cuerpos represivos del dictador dominicano Rafael L. Trujillo y se argumenta que el tirano dominicano tuvo varias razones para auspiciar el intento de magnicidio. La historia de Venezuela reporta que días antes de producirse el atentado, el presidente Betancourt era víctima de una avalancha de acusaciones desde la oposición que le atribuían peculado y mal uso de los fondos públicos a su gobierno.
Por tal razón el mandatario venezolano buscando defender su dignidad apareció en una intervención pública, en la que dijo textualmente: “mis opositores me acusan de corrupción, y dicen que he tomado los dineros del estado para uso y beneficio personal, hoy juro ante el pueblo de Venezuela y el mundo, que ojalá se me quemen las manos el día que yo participe en actos de peculado”.
Transcurrieron algunos días y como resultado del estallido de la bomba durante el paso de la caravana del presidente hacia la casa de gobierno, el presidente Rómulo Betancourt sufrió severas quemaduras en ambas manos y por ello la oposición de la época en Venezuela hizo rodar un rumor que se extendió como pólvora por la geografia nacional y se convirtió en un refrán popular que establecía: “Quedó comprobado, se le quemaron las manos al Presidente”. Asi es nuestro comportamiento, así es el carácter político de nuestra gente, asi somos especiales en las benditas tierras de Iberoamérica.