Por José C. Novas.
Finalizada la guerra de Abril de 1965 en República Dominicana, conflicto que motivo la invasión parcial de la ciudad de Santo Domingo por marines norteamericanos y que posteriormente llevó a los poderes imperiales y económicos de Estados Unidos a escoger al doctor Joaquín Balaguer como la persona idónea para garantizar sus intereses en territorio dominicano. Estando el doctor Balaguer exiliado en la ciudad de Nueva York, la administración del presidente Johnson le asignó la misión de evitar que el país se convirtiera en una segunda Cuba en el Caribe. Recordemos que el mundo vivía en gran intensidad las tensiones de la guerra fría y en el momento la ideología comunista ganaba terreno en la mentalidad de los jóvenes a lo largo del continente americano.
El ambiente político que se respiraba en el suelo dominicano hizo que el gobierno provisional de Héctor García Godoy y la cúpula militar impusieran lo que llamaron “operación limpieza”, que no fue otra cosa que medidas de represión para eliminar grupos y organizaciones ligadas a ideales socialistas y comunistas; los principales dirigentes de la revolución (civiles o militares, clubes y sindicatos), fueron asociados por los invasores a la izquierda durante las luchas iniciadas el 24 de Abril de 1965. Tras una serie de negociaciones y algunos convenios con la Organización de Estados Americanos (OEA), se determinó que muchos de esos dirigentes fueran enviados al exilio, pero los que se negaron y optaron por permanecer en el país, algunos fueron asesinados, encarcelados o perseguidos por el régimen de Joaquín Balaguer.
En medio de aquella vorágine apareció el caballo de carreras conocido como “Felo Flores” el que captó la atención pública y se convirtió en un ídolo que desvió toda la atención de la política, hacia las apuestas a las carreras de caballos. La población se mostraba delirante ante las actuaciones de Felo Flores en el hipódromo Perla Antillana. El ejemplar como abeja reina, parecía tener el control de la conducta colectiva del pueblo, conquistó las simpatías en todos los sectores en la sociedad dominicana y tenía el efecto de un bálsamo a favor del gobierno en su afán por mantener controlada la población y eliminar el empuje de la izquierda sin que la gente notara lo que pasaba, la sociedad estaba entretenida los tres días de la semana en que se ofrecían las carteleras de carreras de caballos. Aquello fue el reflejo de un circo, que al parecer estuvo bien orquestado, el país carecía de verdaderos líderes de multitudes y la población se inclinó ante las patas de un animal convertido en un ídolo de las masas.
La euforia por el ejemplar Fello Flores era tal, que el hipismo se extendió por los todos los rincones de la geografía nacional, y una gran mayoría de los dominicanos (personas que nunca habían oído hablar sobre apuestas o carreras de caballos), esperaba las carteleras con verdadero entusiasmo, y las apuestas en las bancas alcanzaron sumas nunca antes vistas y todas recaían en Felo Flores, el caballo favorito que resultaba ganador en las categorías en las que competía.
Casi todo el quehacer social y comercial se detenía el día de las carreras en las que participaba caballo Felo Flores, en los barrios las bancas se abarrotaban y las multitudes se aglutinaban en las gradas del Perla Antillana, aquello parecía un circo que no perdía de vista la figura principal, en este caso el caballo Felo Flores se constituía en el protagonista de cuatro patas, que acaparaba toda la atención y hacía que la población, que no pensara más que en la victoria y su llegada a la meta en la delantera