José Conrado Novas Aracelis Mena
Los libros que ha publicado José Conrado Novas Mateo no solo tienen el mérito de la cantidad, de lo novedoso y polémico que ha sido el contenido sino también del inmenso sacrificio que ha representado cada edición para este versátil inmigrante que ha invertido todo su tiempo en trabajar, escribir, investigar y levantar a su familia desde que se fue a Estados Unidos hace 35 años.
Pudo haberse retirado como historiador cuando puso en circulación su primera obra, “Conozca al presidente Lilís”, porque el presentador acabó con él y con el ejemplar. Lupo Hernández Rueda le aconsejó que no hiciera caso y siguiera escribiendo y Ángel Miolán le preguntó si quería que tomara el micrófono para defenderlo.
En vez de perjudicarlo, la “indelicadeza” fue positiva. Creó tal controversia que el volumen se agotó en un mes y provocó, además, que Novas contradijera con una nueva y mejor producción la opinión adversa de quien no vio en ese esfuerzo nada digno de elogio. Entonces dio a la luz “Lilís y los agentes del Tío Sam”, que sustentaba los criterios del anterior con documentos del Departamento de Estado.
A partir de 1999 no ha detenido el quehacer bibliográfico pero no ha quedado libre de incidentes. Descendientes de un personaje de los que ha estudiado le llamaron antes de que el libro circulara para cuestionarlo. Todavía ignora cómo se enteraron de que trabajaba en el tema ni por qué vía obtuvieron su teléfono en Nueva York.
Otras obras suyas son “Balaguer, Trujillo y el beso de Judas”, “La batuta de Alejandrito”, “Frederick Douglas: la Anexión y otros episodios en la isla de Santo Domingo”, con una edición en inglés: “Twice the diplomat”, “La reelección juega béisbol”, “El presidente Cáceres. Fábula del progreso, el orden y la paz”. Todos están agotados. Tiene otros tres listos para imprenta.
Novas es un dominicano sencillo, capaz, de fluida y rica dicción, que no alardea de sus altos estudios ni de las elevadas posiciones que ocupó en Estados Unidos, donde llegó a producir tres noticieros para una famosa cadena de televisión en la que se inició como redactor. Tampoco oculta sus trabajos más bajos. “Yo hice de todo”, confiesa, pese a que se fue prácticamente licenciado de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.
Nació en Jimaní el 23 de noviembre de 1948, hijo de Luis María Mateo y Cleopatra Novas por quien viene al país cada año. Apasionado de la investigación, reserva un día para visitar librerías, el Archivo General de la Nación e intercambiar con historiadores.
Residió en San Cristóbal y cursó bachillerato en el Politécnico Loyola, luego se trasladó a la capital donde dejó inconclusa la Zootecnia que inició en la UNPHU y concluyó en Pacific Western University de California, especializándose en The Professional Career Development Institute, en Atlanta.
Casó muy joven con Julia Cardona, su actual esposa, madre de Natalia, Iris y Ramón José, por lo que dejó trunca la carrera y emigró a Puerto Rico, en 1978, y allí se dedicó a vender libros. Volvió en 1981 en tan precaria situación que se propuso: “Si encuentro un trabajo, aunque sea de mensajero, me quedo”. Eso no fue posible y se marchó a New York en 1983. Fue “handyman”, taxista, recepcionista, formó una orquesta hasta que cayó en la televisión pero el estrés hizo que la abandonara. Perseguir la actualidad y dar coberturas especiales a sucesos como el 11 de septiembre y la caída del avión que se dirigía a Santo Domingo le tumbaron el cabello y borraron el brillo de su rostro. Desde entonces trabaja en una exclusiva empresa de influyentes personalidades norteamericanas.
A toda esa tensión le acompañaron los peligros sociales de la urbe, sobre todo cuando “taxeaba”, y la responsabilidad de educar sus hijos, que considera sus mayores logros.
EL ESCRITOR. Tiene experiencias reveladoras como historiador y editor de unos libros de gran demanda aquí y en Estados Unidos. “Pienso que se debe al ingrediente de honestidad que trato de ponerles, soy objetivo. Además, siempre tienen algo nuevo, trato situaciones que los historiadores dominicanos han puesto de lado”, explica.
César González, quien fue dueño de la desaparecida librería “Calíope”, los vende por las calles de New York. También los piden por Internet y aquí los distribuye “La Trinitaria”.
A su llegada, Novas combatía la nostalgia leyendo autores nacionales y así comenzó a notar ausencias, inexactitudes, pasiones. Cuando leyó “La guerra de la Restauración”, de Bosch, descubrió que este “solo dedicó 10 líneas a Lilís que no destacaban su actuación fundamental” en ese acontecimiento y así nació su primera publicación luego de ir a archivos de Francia, las bibliotecas del Congreso y del Departamento de Estado.
Estudiando a Heureaux encontró a Frederick Douglas “que tuvo una actuación notable en las relaciones domínico-americanas de la época y no se menciona en ningún libro de texto. Pensé que había que rescatarlo”. De “La batuta de Alejandrito” afirma que se pueden producir tres películas. El de Balaguer y Trujillo presenta “la doble personalidad” del líder reformista a través de cuatro trabajos de su pluma “de un poco antes y un poco después” del trujillicidio y “La reelección juega béisbol” se refiere al equipo “Los Dragones de Ciudad Trujillo” “cuyo propósito no fue jugar pelota sino utilizarlos para hacer campaña. Eso creó un problema en Estados Unidos porque Trujillo contrató los mejores peloteros de las Ligas Negras y el Comisionado puso una sanción al país. Como no había suficientes peloteros dominicanos, entre 1937 y 1951 no se jugó”, significa.
El de Cáceres demuestra que “fue un entreguista y un verdugo del pueblo dominicano para beneficio de las corporaciones extranjeras”, afirma. Relata la principalía que le otorgó su primo Horacio Vásquez, agrega que los norteamericanos lo llevaron al poder, que “fue completamente represivo” y que en su régimen no hubo paz “pues no podía existir si vivías en la Ley Marcial”.
“No fue demócrata ni creó libertades públicas, hubo obras pero no permanecieron porque no fueron sólidas”, agrega. En beneficio de Mon dice que “aquí existe un senado por iniciativa suya”.
Novas escribe en las madrugadas, las noches, los fines de semana. El dinero para sus libros sale de sus bolsillos y asegura ser un empleado ordinario. Las vacaciones que se ha podido dar en 35 años están en letras de imprenta.
Su intención es divulgar ocultas realidades del pasado porque, a su juicio, “hay una élite de historiadores que defiende hasta su acervo genético. Los intereses sociales, de estatus, de abolengo, se han impuesto contra las verdades históricas”. Y añade: “Pienso seguir escribiendo si Dios me da la posibilidad económica, para dejar un legado. En términos de opinión, hay muchas cosas que han cambiado después de mis libros”.